sábado, 13 de abril de 2013

Empezando a contar historias... "EL APORTE DE LA SANGRE INDÍGENA EN LA FORMACIÓN DE LAS SOCIEDADES ARGENTINAS"


¿Fue la raza indígena una raza inferior, cuya absorción por la hispánica restó méritos a las nuevas sociedades formadas bajo su influjo en territorio argentino? El caso que paso a narrar nos dará una idea cabal del asunto y respuesta certera al interrogante, porque no se trata de un hecho aislado de mera excepción, ya que hubo muchos por el estilo, de idénticas características en nuestro medio, con resultados semejantes…..
¿Hasta qué punto pueden las estirpes hispánicas afirmar no tener ninguna contaminación con los moros después de casi ochocientos años de dominación morisca?  ¿Y las americanas que de acuerdo a las Leyes de Indias los españoles podían contraer nupcias con las indígenas, y los indios con las españolas?. En el siglo XVIII se dio una Real Pragmática por la cual los padres y aún los parientes cercanos tenían derecho a oponerse a los casamientos desiguales, a raíz de los cuales surgieron los famosos juicios de disenso, de los que en Córdoba se hizo uso y abuso como en ninguna otra parte del país... Es muy difícil que en el frondoso árbol genealógico de las familias hispánicas no se encuentre en alguna de sus ramas, aunque no sea en línea directa, la presencia de algún descendiente de los habitantes de la antigua Mauritania, y en los americanos de habla española, la figura del casi extinguido nativo.
El indio, por el hecho de ostentar el título de Cacique o Curaca, era considerado noble, tanto él como sus descendientes, y merecedor al tratamiento de "Don" sinónimo de dignidad muy apreciada y distinguida en su época, de la que no gozaban muchos españoles de marcado predicamento. 
Córdoba, centro geográfico del país y cuna de una sociedad distinguida por su abolengo y cultura, fue desde sus comienzos la ciudad donde convergieron como por imán de atracción los hombres más caracterizados que tuvo la conquista en esta parte de América, y así vemos que en ella arraigaron los Cabrera, Suárez de Figueroa, Tejeda, Cámara, Mexía Mirabal, Funes, Díaz Caballero, Herrera y Guzmán, Argañaraz y Murguía, Luna y Cárdenas, Mitre, Mojica, Molina Navarrete, Rodríguez Juárez, Ardiles, Moyano Cornejo, Toledo Pimentel, Villarroel, López Correa, Fonseca Contreras, Guzmán y tantos otros por el estilo, que resulta largo enumerar, cuyas proezas y hazañas son el ejemplo clásico de vidas consagradas a la lucha y sacrificios de toda índole en aras de un noble ideal.
La mayor parte de esos conquistadores dejaron la cimiente que sirvió para la composición futura de la sociedad cordobesa, que con el tiempo se fue acrecentando mediante el aporte de nuevos valores humanos, muchos de ellos, como anteriormente he dicho, de verdadero cuño hidalgo, que debieron encontrar desde un principio el seductor atractivo de sus bellezas naturales y su magnífico clima, y luego las fuentes del saber para sus hijos al fundarse la Universidad , rayo de luz que irradió su potente sabiduría más allá de la cúspide de los Andes y márgenes del Plata.  No otras atracciones debieron encontrar los españoles, ya que la tierra no ofrecía atrayentes riquezas, como se imaginan sus inescrupulosos detractores, quienes consideran haber sido el único fin de la conquista….
Entre los capitanes de la conquista, se destaca Hernán Mexía Mirabal, soldado de gran prestancia y lucida actuación, nacido en Sevilla en 1531, descendiente de una familla de alta alcurnia establecida allí cuando la conquista de esa ciudad por el Rey San Fernando, y que, según Argote de Molina, era originaria de Galicia, donde tenía su solar, torre y casa con señorío antiguo.  Sería largo enumerar la destacada actuación de este conquistador en tierras de América.  En 1591 presentó un memorial al Consejo de las Indias detallando sus grandes servicios y méritos, en virtud de lo cual solicitaba a su Majestad el grado de Mariscal de Campo. 
Celebró enlace con doña Isabel de Salazar, con ilustre descendencia en Santiago del Estero y Tucumán, pero no menos importante fue su unión con María Mexía, india cuya calidad no expresan los documentos, pero que lo atrajo y cautivó con verdadera pasión amorosa.  Sin duda no debieron ser muy cordiales las relaciones entre Mexía Mirabal y su mujer legítima, ya que era público y notorio su vida marital con la india María.  ¿Cómo nacieron esos amoríos? es imposible averiguar.  Lo cierto es que María Mexía, como ella se llamaba, y no María de Mancho conforme la denominan algunos genealogistas e historiadores, fue casada con un indio de nombre Andrés, con el que tuvo dos hijos que al parecer murieron jóvenes.  A la muerte de su esposo se supone no fuera antes nacen los amores con su amo.  Es de imaginarse que este la codiciara no sólo por el fuego y pasión impulsiva que lleva en su sangre la raza indígena, ya que el celebrado Capitán estaba en condiciones de obtener los favores de cuantas indias atrayentes y principales le fuera dado, sino que María debía tener singulares atributos de belleza que fueron la causa de su hechizo, a tal punto que le prodigó toda clase de atenciones y prerrogativas, como si fuera su legítima esposa, elevándola a un rango social excepcional en absoluto de servidumbre, razón por la que pudo gozar de cierta fortuna, de criados que la atendieran, y pertenecer a la vez a cofradías religiosas propias de las señoras de categoría.  De esa pasión amorosa nacieron cuatro hijos, un varón y tres mujeres, que recibieron el trato y educación que se les daba a los tenidos en los mejores hogares.
María falleció en 1600 b.d.t., cuyas mandas las hizo en la lengua del Perú, que ella hablaba, siendo traducidas por Juan Nieto, intérprete perito en el vocabulario indígena.  Por este instrumento público se prueba que era natural de la ciudad de Santiago del Estero; que se llamaba María Mexía apellido tomado de su amo, como lo titula a Mexía Mirabal, que fue casada con el indio Andrés, los hijos que tuvo con éste y los habidos fuera de matrimonio, cuyo padre no menciona, pero de sus disposiciones y legados para sus nietos, como por otros documentos, resulta claro y evidente que fueron de Mexía Mirabal.
Ahora bien; si María fue una mujer de condiciones físicas atrayentes, como me la imagino por los motivos apuntados más arriba, es de suponer que las hijas superaron esas cualidades en sumo grado.  La cruza, sin disputa alguna, produjo unos tipos morochos, de ojos negros, grandes y vivaces, de gallardo porte, en la que primaron los mejores atributos de ambas razas.  No de otra manera se explica la atracción que les produjo a los más calificados capitanes de la conquista, que se las disputaron en forma manifiesta.  La segunda de las hijas de María Mexía fue Leonor Mexía Mirabal, que dio su mano al conquistador Tristán de Tejeda, uno de los más calificados exponentes de la conquista, cuyo enlace se efectuó en la ciudad de Loyola en 1569.  Era oriundo de la villa de Deza, en Castilla la Vieja , y estaba emparentado con los Cepeda, progenitores de la venerable Santa Teresa de Jesús. 
De este matrimonio nacieron siete hijos, seis de ellos de gran figuración, tanto las mujeres por sus virtudes cristianas y piadosas, como los varones por su desempeño en las funciones públicas y cargos militares. 
El mayor de ellos, Maestre de Campo Juan de Tejeda Mirabal, fue encomendado por el Rey en 1627.  El encabezamiento del título respectivo reza en esta forma: 

"Por cuanto por parte de vos Juan de Tejeda Mirabal, vecino y encomendero de la ciudad de Córdoba de la provincia de Tucumán, se me ha hecho relación sois hijo legítimo y el mayor del Capitán Tristán de Tejeda, y nieto del Maestre de Campo Hernán Mexía Mirabal, que fueron los primeros conquistadores de la provincia del Río de la Plata , y que el dicho vuestro padre se halló en el descubrimiento del Río Marañón en compañía del gobernador Juan de Salinas, donde ayudó a poblar la ciudad de Loyola y en el de los Barbacoas, Dorado y Amazonas padeciendo grandes trabajos, hambres y necesidades, en que se ocupó desde el año 58 hasta el 70, y después continuó en la dicha provincia de Tucumán en la entrada que hizo el gobernador don Jerónimo Luis de Cabrera en el pueblo de Talina, desde donde le envió con el dicho Maestre de Campo Hernán Mexía Mirabal, vuestro abuelo, contra unos indios que se habían descubierto, y llegando al Maíz Gordo tuvieron una guasábara con los indios Lules, que hacía poco tiempo habían muerto a otros españoles, y por el bien que en esta ocasión se peleó fueron desbaratados los dichos indios, y acabada esta facción fue a la Ciudad de Santiago del Estero a socorrer al Capitán Garci Sánchez, habiendo ido al castigo de ciertas muertes que habían hecho unos indios en la Cuesta de los Olcos, estaba en gran aprieto y la tierra toda levantada, y llegado a los dichos Olcos salieron los indios a pelear con él y otros cuarenta soldados," etc. "y vos continuando los servicios de vuestro padre y abuelo también e habéis servido en todas las ocasiones que se han ofrecido con vuestras armas y caballos, hasta que el gobernador don Pedro Mercado de Peñalosa, que lo fue de las dichas provincias de Tucumán, os nombró por Capitán de ellas, y habéis sido elegido en la dicha ciudad de Córdoba cuatro veces por Alcalde Ordinario, y sido Teniente de Gobernador y Justicia Mayor de ella, acudiendo a las cosas de mi servicio en bien y aumento de aquella república con general aprobación, y estáis casado con doña Ana María de Guzmán, hija legítima del General don Pablo de Guzmán, y nieta de don Luis de Guzmán, gobernador que fue de la provincia de Tierra Firme, y después de la de Benalcázar, de cuyo matrimonio tenéis al presente hijos, tres varones y dos doncellas, sin tener más hacienda del repartimiento de indios del pueblo de Soto, que sucedisteis por muerte del Capitán Tristán de Tejeda, vuestro padre", etc.
Juan de Tejeda Mirabal fue el fundador del Monasterio de Santa Teresa de Jesús y del Hospital de San José.
De su referido enlace con doña María de Guzmán nacieron cinco hijos, como queda dicho, todos de gran actuación, siendo la mayor parte de ellos religiosos.  Entre esos hijos se destaca con relieves propios e inconfundibles Luis José de Tejeda y Guzmán, nacido en Córdoba el 25 de agosto de 1604.  Fue un hombre culto y preparado, de vastos conocimientos en latinidad, filosofía y demás ciencias de preferente estudio en aquellas épocas, y sobre todo, escritor y poeta, y para gloria nuestra el primer poeta argentino, cuya obra en tal sentido es fecunda y meritoria.  Contrajo nupcias con doña Francisca de Vera y Aragón, de noble estirpe, con la que tuvo hijos y descendientes, lo mismo que su hermano Gabriel, Maestre de Campo, Alcalde Ordinario de segundo voto, Tesorero y Contador de la Real Hacienda , que fue encomendado por don Juan Alonso de Vera y Zárate teniendo en cuenta sus muchos méritos y servicios.  Caso dos veces: la primera con doña Mariana de los Ríos y Cabrera y la segunda con doña Francisca de Mendoza.
Luis José de Tejeda como todos sus antepasados fue también militar, destacándose en la defensa de Buenos Aires cuando el ataque de los piratas holandeses, lo mismo que en las campañas del Chaco y frontera de Río Cuarto.  Sin embargo su verdadera vocación fueron las manifestaciones del espíritu, por eso al enviudar entró en el Convento de Santo Domingo, cambiando así la espada que ceñía a su cintura por la cruz de la imagen redentora del Señor.  Ambos hermanos dejaron descendencia que se perpetúa hasta nuestros días por diferentes líneas.
Otra de las hijas del Cap. Tristán de Tejeda y de Leonor Mexía, fue Leonor de Tejeda Mirabal, dama virtuosa y célebre por su espíritu emprendedor, a lo que unía un claro talento y acendrada fe cristiana.  Con medios propios fundó el Monasterio de Santa Catalina de Sena, creado exclusivamente para doncellas nobles, hijas o descendientes de conquistadores. 
Queda, con lo expuesto, demostrado que la sangre indígena no restó valor, empuje, importancia ni fortaleza a la española, y que por el contrario la cruza produjo tipos que se destacaron tanto en lo físico como en las condiciones morales y facultades de la inteligencia.” (Fuente: Arturo Lazcano Colodrero)




Testamento de María Mancho ó María Mexía 


 
otorgado en la ciudad de Córdoba el 23 de septiembre de 1600 ante el escribano Juan Díaz de Ocaña - actuando de intérprete el mestizo Juan Nieto, hijo del conquistador Santos Blázquez -

“En el nombre de Dios amén. Sepan cuanto esta carta de testamento, última y postrímera voluntad vieren, como yo, María Mexía, india natural de la ciudad de Santiago del Estero y moradora de esta ciudad de Córdoba de la Gobernación del Tucumán, estando enferma del cuerpo y en mi juicio y entendimiento natural tal cual Dios Nuestro Señor fue servido de me dar, y creyendo como firmemente creo en el misterio de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas e un solo Dios verdadero y todo aquello que tiene, cree y confiesa la Santa Madre Iglesia Romana, debajo de cuya fé y creencia quiero vivir e morir, he tomado, como tomo, por mí abogada e intercesora a la Virgen María Nuestra Señora, para que ruegue a su precioso hijo por mí, y deseando poner mí ánima en carrera de salvación, temiendo a la muerte, que es cosa cierta y su hora incierta [ilegible] conozco por esta carta que hago e ordeno mi testamento, última y postrera voluntad, en la forma e manera siguiente: Primeramente, encomiendo mí ánima a Dios Nuestro Señor, que la crió y redimió por su preciosa sangre, y el cuerpo a la tierra, de que fue formado.
Item mando que si Dios Nuestro Señor fuere servido de llevarme de esta vida de dicha enfermedad, mí cuerpo sea sepultado en el Monasterio e Iglesia del Señor San Francisco de esta dicha ciudad y con el hábito del Señor San Francisco y sea en la parte y lugar donde a mis albaceas pareciere la sepultura [roto] ella y por el a[roto] use de la [roto] se le debiere pagar y fuese costumbre.
Item mando que el día de mí enterramiento si fuere hora de celebrar y si nó otro día siguiente se diga por mí ánima la misa cantada de cuerpo presente con su vigilia y se pague la limosna acostumbrada.
Item mando se diga por mí ánima diez misas de réquiem rezadas, la mitad de ellas en el dicho Monasterio del Señor San Francisco y la otra mitad en la Iglesia Mayor y se pague la limosna acostumbrada de mis bienes.
Item mando se digan otras cinco misas rezadas por el ánima de Andrés mi marido difunto en la parte que mis albaceas parecieren y se pague por ello la limosna acostumbrada.
Item mando que se digan otras cinco misas por el ánima de Juan Mexía mi hijo difunto.
Item mando que se digan otras cinco misas rezadas por el ánima de doña Isabel de Deza, mi nieta difunta, en la parte y lugar que pareciere a mis albaceas y se pague por ella la limosna acostumbrada.
Item mando se digan por las ánimas de Andrés y Fernando, mis hijos, cuatro misas rezadas y se pague la limosna de mis bienes.
Item mando se  digan por el ánima del capitán Hernán Mexía de Miraval, que fue mi amo, tres misas rezadas y se pague la limosna de mis bienes.
Item mando a la Cofradía de las Animas y del Santísimo Sacramento [borrado] y la Vera Cruz, a cada una libra de cera de mis bienes.
Item mando se dé la limosna a la Cofradía del Niño Jesús de la compañía, de donde soy cofrade, dos libras de cera y acompañe mí cuerpo la dicha cofradía. Item mando que a Andrés, indio de mis servicios se le dé una pieza de ropa.
Item mando se le dé a Juan, indio asimismo de mis servicios, una camiseta de lana.
Item mando se le dé a Juliana y a María, indias de mi servicio a cada una de ellas una pieza de ropa.
Item mando a las mandas forzosas a cada una de ellas medio peso con que las pague de mis bienes.
Item mando se dé a un muchacho que me sirvió llamado Juan Cotama, una camiseta de sayal.
Item declaro que los muchos años que [ilegible] entregue a Pedro de Villarreal, vecino de Santiago del Estero cincuenta ovejas de Castilla y algunos puercos, mando se le p[roto] dan lo cual cobre Juan Rodríguez y le dé a Juana su hija, a quien se lo mando.
Item declaro que tengo por mis bienes una yegua y un potro que está en casa del capitán Tristán de Tejeda donde está y mando se le dé a Juan Rodríguez Cardero el mozo, hijo de Juan Rodríguez Cardero y de Isabel mi hija.
Item declaro que tengo treinta ovejas de Castilla y están en Guamiaya, estancia del general Manuel Fonseca.
Item declaro que tengo tres bueyes [roto] os los dos en esta ciudad y uno [roto] pueblo del general Manuel de Fonseca.
Item declaro que tengo un vestido de razo azul con un pasamano pardo de seda. Item otro vestido negro de algodón.
Item otra manta de lana azul.
Item una caja de madera con su llave quebrada.
 Item un pabellón de lana de esta tierra.
Item mando se digan tres misas por las ánimas de algunos indios cristianos del pueblo de Mancho o quien fuere, a cargo de alguna cosa que no me acuerdo.
Item declaro que tengo por mis bienes la cantidad de pesos de plata y ropa que declararán con juramento el capitán Tristán de Tejeda y don Alonso de la Cámara y el general Manuel de Fonseca tener en su poder.
Item y para cumplir, pagar y ejecutar este mi testamento y las mandas y legados de él, dejo y nombro por mis albaceas al general Manuel de Fonseca y Juan de Tejeda mi nieto, a los cuales juntamente y a cada uno de ellos in solidum doy poder para que entren en mis bienes después de mi fallecimiento y los vendan en almoneda o fuera de ella y cumplan y ejecuten este mi testamento.
Item mando se den de mis bienes a María Rodríguez, mujer de Domingo de Valladares, veinte pesos.
Item mando se den de mis bienes a Inés, doncella que está en casa del general Manuel de Fonseca, otros veinte pesos. Y en el  remanente que quedaren o fincare de todos mis bienes, derechos y acciones dejo e nombro por mis universales herederos a Isabel de Vega, mi hija, mujer de Juan Rodríguez Cardero y a los hijos del capitán Tristán de Tejeda y de doña Leonor mi hija difunta y a los hijos de don Alonso de la Cámara y de doña Ana Mexía mi hija difunta y a Leonor Mexía mi nieta, hija de Juan Mexía mi hijo difunto todos los cuales los heredan por iguales partes, con la bendición de Dios y la mía, entrando a partición todos los hijos de cada una de las dichas mis hijas por una persona q[ilegible] su madre y lo que le cupiere a la d[ilegible] su parte entre todos por iguales partes y esta herencia se haga en la forma dicha, sin embargo de una donación intervivos que otorgué ante el presente Escribano a favor de la dicha Leonor Mexía, de trescientos pesos, los cuales quiero que haya demás de la dicha herencia porque se los mando por el servicio que me hacen, y si necesario fuere la mejoro en ellos por vía de tercio y remanente del quinto, o como más de derecho lugar hubiere, porque es mí voluntad los haya demás de la dicha herencia. Y por la presente revoco, anulo y doy por ningunos o de ningún valor y efecto cualesquier testamento, poderes para hacerlos, codicilios y últimas voluntades que háyase otorgado por escrito o de palabra que quiero que no valgan ni hagan fe ni fuera de él, salvo que este al presente hago y ordeno, que quiero valga por mi  testamento y codicilio, o como mas hubiera lugar de derecho.
Item mando se dé de mis bienes a un muchacho llamado Alonso que está en servicio de Juan Rodríguez Cardero una camiseta de sayal, y a Juan, indio de mí servicio, a quien mandé una camiseta, se le den cuatro ovejas más.
Item declaro por mis bienes tres frazadas, las dos usadas y una nueva y dos almohadas de la tierra y un colchón. En testimonio de lo cual otorgué esta carta ante el Escribano Público testigos y usos escritos, en la ciudad de Córdoba, en veintitrés días del mes de setiembre de mil y seiscientos años, lo cual otorgué por interpretación de Juan Nieto, vecino de esta dicha ciudad, experto en la lengua de los indios del Perú que yo hablo y entiendo y el dicho Juan Nieto juró en forma de derecho por Dios Nuestro Señor e por una señal de la cruz que ha interpretado verdad y ha dicho, que es lo que está escrito y yo el presente Escribano doy fé que conozco a la otorgante e testigos que fueron presentes llamados e rogados, el Padre Alonso de la Cámara, cura de esta Santa Iglesia, e Juan Nieto y Alonso García y Melchor de Acuña y Antonio Fernández, residentes en esta dicha ciudad, e por la otorgante, que no supo firmar, firmó el dicho Juan Nieto, intérprete y testigo = Fdo.: A ruego de la otorgante Jhoan Nieto = Fdo. Joan de Ocaña, Escribano. – (Archivo Histórico de la Ciudad de Córdoba, Legajo XIII, folio 2542) 
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Observaciones: 
(tomadas de Hernán Mexía Miraval – por Gustavo Sorg)

Hernán Mexía Mirabal contrajo matrimonio legítimamente en la ciudad de Santiago del Estero con doña Isabel de Salazar, mujer principal natural de Castilla la Vieja en los reinos de España , donde nació antes del año 1560, fue vecina de la ciudad de La Serena  en el reino de Chile, donde vivía. Cuando Francisco de Aguirre fue  nombrado gobernador del Tucumán, fue conducida doña Isabel a la gobernación del Tucumán por Gaspar de Medina integrando un grupo de nueve doncellas huérfanas de guerra para poderlas casar con conquistadores tucumanos. (Crónica de La Serena desde su fundación hasta nuestros días 1549-1870, por Manuel Concha, Año 1871, “el ataque de los indios Araucanos ocurrió a principios del año 1549, y la refundación de la ciudad tuvo lugar el 26 de agosto de 1549 por el capitán Francisco de Aguirre por mandado del gobernador don Pedro de Valdivia.”)

Hernán Mexía Mirabal, hijo legítimo de Juan Mexía Mirabal y de doña Leonor Méndez de Sosa, vecinos de la ciudad de Sevilla, nieto por línea paterna del Licenciado Alonso de Mirabal y de doña María Mexía, vecinos de la Villa de Escacena del Campo en tierras de Sevilla.

La primera mujer con la que el maestre de campo Hernán Mexía Mirabal tuvo sucesión natural fue la india Jurí natural del pueblo de Mancho, a la que se la conoció con el nombre español de Maria Mexía. Tal vez el maestre de campo Hernán Mexía Mirabal la nombró así en memoria de su abuela paterna, doña Maria Mexía. Dos de los hijos del maestro de campo Hernán Mexía Mirabal habidos en la india Jurí Maria Mexía, se llamaron Juan y Leonor, nombres éstos que casi con seguridad le fueron puestos en memoria de sus padres, Juan Mexía Mirabal y doña Leonor Méndez de Sosa.

En la declaración de don Alonso de la Cámara, vecino de la ciudad de Córdoba, testigo presentado por el capitán Juan Mexía  Mirabal en la informaciones que hizo en la ciudad  de Santiago del Estero en el año 1584, éste declara en las preguntas generales de la ley “que no tiene parentesco con él más de estar casado con una sobrina suya”  En efecto, don Alonso de la Cámara estaba casado con la mestiza Ana Mexía, hija del maestre de campo Hernán Mexía Mirabal y de la india Jurí Maria Mexía. (AGI, PATRONATO,132,N.2,R.8, Folios 62-64v, Córdoba 27.07.1584, declaración de don Alonso de la Cámara, vecino de la ciudad de Córdoba,)

Conclusiones:
Conforme a los testimonios y documentos mencionados y vertidos en la presente, definitivamente queda comprobada la intención y voluntad manifiestas y el protagonismo y rol cumplido en la vida de María de Mancho. Dejo pendiente para otra ocasión el análisis de su testamento, como la antesala de lo que se describe y profundiza en “Vida y “buena muerte” en Córdoba en la segunda mitad del Siglo XVIII” (Ana Ma. Martínez de Sánchez), por cuanto se ve el reflejo de la profesión de fe: disposición de cuerpo y alma, sepultura, mortaja dentro de las categorías espirituales, entierro y funeral, exequias, misas, honras, sufragios, descargos de conciencia, mandas forzosas, capellanía, caridad, culto, socorro de pobres, etc. Todos y cada uno presentes en vida, con el legado que sus hijos dejan y lo que se plasma en el testamento.  Corolarios éstos compatibles con cualquier mujer de familia alcurnia y en cuya descendencia están presentes las familias principales y troncales de la época colonial.

Silvina Velo de Ipola